
La actividad financiera, tanto a nivel global como local, está fuertemente regulada dada su naturaleza de interés público.
Fintech no constituye todo el sistema financiero, sino solo una parte de él. Su rol se entremezcla y converge con los servicios bancarios. La complementariedad y una clara tendencia hacia la interoperabilidad centrada en el usuario serán sin duda nuestro foco en los próximos años.
Gracias al uso eficiente de la tecnología por parte del ecosistema fintech, impulsado por su espíritu emprendedor centrado en el usuario, el sector tiene el potencial de beneficiar a la población a través de más innovación y más competencia. A su vez, esto genera eficiencias operativas e inclusión para sectores de la población sub-bancarizada que tradicionalmente han operado en efectivo.
Toda ley o norma que pretenda recaer sobre el sector fintech debe ser clara sobre los posibles beneficios y perjuicios que podría traer, a la luz de las libertades económicas previstas en nuestra Constitución Nacional, la estructura del sistema financiero y la dinámica de los progresos tecnológicos de los mercados, que ha estado impulsando el ecosistema fintech desde la pandemia hasta la fecha.
Mientras tanto, es deseable que el sector continúe por el camino ya iniciado de fortalecer sus programas de cumplimiento, a fin de anticiparse y estar mejor preparado para cualquier transición hacia un nuevo marco regulatorio.